viernes, 23 de noviembre de 2012

El enigma de San Simón

Altar en honor a San Simón. Foto: wikipedia.com

Desde siempre he escuchado hablar de San Simón, o Maximón, sin embargo, no tengo bien entendido quién es éste personaje ¿un santo o la representación del diablo? Sinceramente no sé y quizás nunca lo sabré.

De pequeño viví en un vecindario en donde, a la vuelta de mi casa, había una cantina en la cual nunca faltaban de dos a tres borrachos patológicos, los que comúnmente denominamos charamileros. El dueño, de la extinta Cantina Rosita, literalmente “tiraba la casa por la ventanaen octubre de cada año.

Don Moncho, nombre por el cual conocí al dueño de la cantina y quien falleció hace dos años, realizaba una fiesta enorme, en donde cerraba calles, colocaba toldos, mesas e invitaba a comer y beber a cuanta persona conociera y compartiera su adoración por San Simón.

Para don Moncho y su familia la celebración era todo un acto de fe, para los borrachos del vecindario era una oportunidad única para embriagarse gratis, pero para mí, simplemente no significaba nada.

Tengo que reconocer que lo que siempre me dio curiosidad fue el ídolo que tenía don Moncho, una representación en tamaño natural de un hombre blanco, vestido con traje negro y corbata, con un puro en la boca, al que colocaban en medio de  en un altar adornado con distintas flores, comidas, bebidas y al cual adoraban fervientemente.

Recuerdo que en los dos días que duraba la fiesta en honor a San Simón mi madre nunca me dejó salir a la calle, sólo lo hacía por algún motivo de fuerza mayor que ameritara pasar frente a la cantina donde se realizaba la bulliciosa celebración.

En una de esas raras ocasiones recuerdo que pase, junto a mi madre, cuando don Moncho, le agradecía a sus invitados por acompañarlo, pero agradecía particularmente a San Simón. Cuando llegamos a casa le pregunté a mi madre por qué adoraban tanto a San Simón.

Sin embargo, lo único que recibí en esa ocasión de mi madre fue un sermón del porqué no debía hacerlo, pero al final me sorprendió la historia que me contó sobre este particular santo.

El origen del miedo de mi madre

Cuando mi progenitora tenía escasos 14 años tuvo una experiencia no muy agradable con San Simón. Un día, junto a mi abuela, mi madre visitó a unos familiares en el municipio de Santa Lucia Cotzumalguapa, en el departamento de Escuintla.

Al llegar todo fue felicidad, según el relato, pero antes de regresar a su hogar, en la capital guatemalteca, visitaron a un conocido de mi abuela quien era dueño de una panadería en el sector.

La conversación de mi abuela con el dueño de la panadería giraba en torno a lo difícil que era la situación económica. Mi madre recuerda que observó una pequeña estatuilla de San Simón en una esquina del cuarto donde horneaban el pan.

Ingenuamente preguntó al panadero, que según mi progenitora debió ser alguien muy tacaño pues no logró recordar su nombre, por qué San Simón estaba allí, el señor contestó que era para tener suerte con la venta.

El panadero aprovechó la curiosidad de mi madre y le pidió un favor, el cual consistía en colocar al “Santo de cabeza”. Al no tener otra alternativa, mi madre tomó la pequeña imagen y la acomodó de cabeza sobre su pequeña silla.

Lo que sucedió segundos después dejó con la boca abierta tanto a mi madre como a mi abuela, mas no al panadero quien seguramente, de acuerdo al relato, ya había presenciado algo parecido.

Resulta que después de que mi madre dejó a San Simón de cabeza, la imagen se elevó por el aire, dio media vuelta y se sentó de nuevo en la silla de forma normal. Mi madre y mi abuela quedaron paralizadas por “la sorpresa y el miedo”.

Sin embargo, el panadero se limitó a reírse entre dientes y decirle a sus invitadas que a “San Simón no le había gustado lo que hicieron y que más tarde le colocaría un puro y un vaso de guaro para contentarlo”.

Finalizó su relato explicándome que desde que pasó el incidente tiene un temor bastante arraigado, y para mi bien fundado, hacia San Simón. Yo como buen pequeño le creí ciegamente a mi madre, sin embargo, al crecer tomé la historia de mi madre como una más de las muchas que he oído.

La historia reciente

Hace unos días me sucedió algo que me hizo recordar la historia que relate, y que me motivo a escribir este texto. Estando de vacaciones me dediqué a ordenar el cuarto de estudio, pero me topé con una pila de periódicos viejos. Mi afición a leer todo lo que cae en mis manos hizo que con toda la paciencia del mundo los ojeara uno a uno.

Hubo uno que me llamó la atención particularmente. La entrada de la nota publicada en el matutino AlDía del domingo 9 de enero del 2011, en la página 8, titulada Todo se Quema, Menos la Imagen, dice textualmente:

“Increíble pero cierto. Un incendio, que se originó en un cuarto de la tienda y panadería San José, ubicada en la 13 avenida 23-79 zona 12, colonia La Reformita, consumió todo lo que había en el, menos un pequeño altar con la imagen conocida como Maximón”.

La noticia estaba ejemplificada con la foto de un bombero que saca de un cuarto reducido a cenizas la imagen intacta de San Simón, con un puro en la mano y  pan en su regazo.

Al leer la peculiar nota mi mente se tomó la molestia de recordarme la historia que mi madre me contó hace años, varias interrogantes me surgieron, por ejemplo ¿Si la imagen no se quemó por pura casualidad o fue algo que escapa a nuestro entendimiento lo que lo evitó?

¿Qué opinan ustedes?

Carlos Álvarez