viernes, 23 de enero de 2015

La carrera a La Parroquia

Iglesia La Recolección. Foto turismoenlinea.com.
Soy taxista y siempre he escuchado historias en las que otras personas que se dedican a esta profesión tienen encuentros cercanos con fantasmas por lo que siempre he dicho que no hay que creer ni dejar de creer.

Hace un par de años tuve una experiencia rara, sinceramente no sé si aluciné por un momento o sí  realmente pasó. Sin embargo, no es algo que me quite el sueño pero que si me pone a pensar de vez en cuando.

Eran poco más de las 15 horas de un 2 de noviembre y rondaba por la zona 1 capitalina en busca de una “carrera”, me enfilé por la 3a. avenida y en la esquina de la Iglesia La Recolección, una señora mayor me hizo señas.

Frené de a poco y cuando quedé frente a la mujer me preguntó cuánto le cobraba por llevarla a la iglesia de La Parroquia en la zona 6.

“Le cobro Q20 por llevarla”, contesté, sin regatear ni decirme nada más abordó el automóvil. La mujer tendría más de 65 años, iba completamente de negro y tenía unos anteojos muy antiguos.

“Y cómo le ha ido esté día, no es muy silencio”, dijo la mujer a mitad del camino, algo que me asustó un poco pues  no había dicho nada desde que se subió. “No muy bien, después de las fiestas todos se quedan dormidos”, le dije en son de broma.

Desde ese momento la anciana entabló una plática conmigo, la cual fue completamente normal, me comentó que había salido de su casa para recordar a sus familiares, algo que en ese momento me pareció cuerdo tomando en cuenta que ese día se celebraba el Día de los Muertos.

Al llegar a la Parroquia, la mujer se bajó del carro, caminó hasta la ventanilla, al darme un billete de Q20 me dijo “espéreme unos 20 o 25 minutos, regreso y le digo a donde me lleva después”, al terminar sus palabras sacó de su bolso un billete de Q100 y con un todo suave me aseguró “para que mire que es cierto”.

“No se preocupe, yo la espero”, respondí al tomar el billete. La espera de 25 minutos se prolongó a una hora, ya casi eran las 16:30 horas y mi paciencia se agotaba. Tomé la decisión de bajar del auto y entrar a la iglesia para preguntarle a la señora si esperaba más tiempo, no la encontré.

Frustrado y con un poco de cargo de conciencia, por los Q100, tomé la decisión de irme de ahí a seguir con mis rondas. El resto de la tarde noche transcurrió sin ningún sobresalto, pero al llegar a mi casa sucedió lo raro.

Pensé en invitar a mi esposa e hijo en algo distinto para cenar por los Q100 excedentes que la señora de la tarde me había dejado, sin embargo, el dinero no estaba. Puedo asegurar que coloqué los Q120 en la uno de los compartimientos de la billetera.

Sin embargo, lo único que encontré fueron los Q20 del pago. Los Q100 que la señora me dio para esperarla nunca aparecieron, busqué dentro del auto, en los bolsillos de mi ropa y en todos lados, desaparecieron.

Puedo asegurar que era casi imposible que perdiera el dinero, pues después de acomodar los dos billetes no volví a usar la billetera esa tarde. Tuve dos clientes quienes me pagaron exacto y no tuve necesidad de darles cambio, ese dinero estaba en la bolsa de mi pantalón.

Aún me queda la duda sobre esa experiencia, quizás interactué con alguien que no era humano, quizás no, pero como dije al principio no hay que creer ni dejar de creer.

Luis Cardona

jueves, 8 de enero de 2015

La niña de blanco

Calle de la zona 1 de Villa Nueva. Foto guate.paranormal
En una casa ubicada en la 3a. avenida entre 3a. y 4a. calle de la zona 1 de Villa Nueva, que pertenece a mi madre y en la cual viví durante muchos años sucedían muchas cosas raras que rayaban lo inexplicable.

Pero hay una historia en particular que siempre me ha intrigado y por la cual, hasta la fecha, aún me asusto al recordarla. Se trata de las inexplicables apariciones de lo que sólo podría definir como las de un fantasma.

La verdad es que si hubiera sido un caso aislado, como muchos otros que se dieron en esa casa, nunca le hubiera dado importancia ni me hubiera molestado en compartirla, de hecho, hubo un momento en que mi familia y yo nos vimos seriamente acosados por el ente.

Antes de seguir debo describir al espectro, se trata de una niña de entre 7 y 8 años, con un lindo vestido blanco, parecido a los que usan las niñas en la Primera Comunión, lo adorna una corona de flores blancas en su cabeza.

Sin embargo, su rasgo más característico, y el que da más miedo, son sus ojos, los cuales son totalmente negros y de apariencia deshumanizada. Ninguno de los miembros de mi familia recuerda que dijera algo o que intentara comunicarse o al menos eso creí durante mucho tiempo.

Mi primer encuentro

La primera vez que la vi fue cuando aún asistía al colegio, recuerdo claramente que regrese a casa y no había nadie. Cansada y con un poco de hambre dejé mis cosas en la sala y me dirigí a la cocina con la esperanza de encontrar algo que comer.

Entré despreocupadamente y cuando giré la vista a la estufa ahí estaba parada, con sus extraños ojos negros fijos es mí, su rostro reflejaba tristeza y un sentimiento de vacío que difícilmente podría explicar.

Mi primera reacción fue de sorpresa y luego me sobrevino una sensación de miedo, que aún me pone 
los pelos de punta al recordarlo, pasaron unos interminables segundos antes de que la niña caminara hacia la puerta que daba al patio de atrás y desapareciera de mi vista por la culpa de un gabinete.

Horrorizada, pero con mucha curiosidad, caminé detrás de ella pero para mi sorpresa encontré que la puerta estaba cerrada y no había nada en el patio a acepción de mi perra Pinky, que ladraba de forma descontrolada.

Esa tarde me la pase la calle, sentada en la banqueta, a la espera de que  mi madre o alguno de mis hermanos regresaran para contarles mi experiencia y entrar de nuevo a la casa. Todo sucedió en julio de 1997.

Las demás apariciones

De ahí en adelante, inició una serie de sucesos en la que toda mi familia se vio involucrada. Todos, de una u otra forma, vimos a la niña que compartía la casa con nosotros, las apariciones ocurrieron a lo largo de años pero en 2001 los hechos nos hicieron tener miedo de vivir en esa casa.

Entre septiembre y octubre de ese año todos los miembros de mi familia, incluidas mi cuñada y una prima que en ese entonces vivían con nosotros vimos al ente al menos dos veces cada uno. Cada aparición era más terrorífica que la anterior.

Inexplicablemente las apariciones cesaron en noviembre de ese año y aparentemente la casa volvió a la normalidad.  Sin embargo, los avistamientos de la pequeña siguieron durante los siguientes años, pero ya no de forma tan frecuente como en el periodo que antes describí.

Una vieja conocida

Pero lo que más me impacta de esta historia fue lo que sucedió en diciembre del 2003, pues alegremente mi familia y yo tuvimos la oportunidad de visitar a un tío que vive en Estados Unidos y a quién no conocía personalmente, pues emigró antes de que yo naciera.

Recuerdo que con mi familia nos sentamos en la sala de la casa de mi tío y platicamos de todo un poco. No recuerdo quién inició con el tema del fantasma de mi casa, pero cada uno de nosotros contó su experiencia más abrumadora.

Noté que mi tío sólo se limitaba a mirar a cada uno de nosotros cuando relatábamos nuestras experiencias por lo que al finalizar las historias le preguntamos qué pensaba de todo esto. Dijo algo que nos dejó atónitos a todos.

Resulta que mi tío también vivió en la misma casa y contó que cuando era joven hubo un par de veces que entró tarde por lo que denominó “noches de copas con los amigos”.

Para no despertar a mis abuelos y evitar un regaño dormía en el sofá de la sala. Recuerda que en varias ocasiones que eso pasó una niña con las mismas características a la que le describimos llegaba hasta donde estaba se reía con él y lo invitaba a jugar.

Según mi tío, nunca le contó esa historia a nadie porque pensó que el alcohol hacia que tuviera alucinaciones, además sentía miedo a parecer un chiflado con su familia.

“Al escuchar sus relatos estoy más seguro que nunca que esa niña un día existió y que por alguna razón su alma quedó atrapada en esa casa”, dijo mi tío, todos quedamos boquiabiertos con la historia que tenía más de 30 años de haber sucedido.

Actualmente y por razones del destino mi familia y yo ya no vivimos en esa casa, desconozco si las personas que la habitan han tenido contacto con ese fantasma o hayan sido testigos de algún suceso paranormal que tan frecuentemente ocurrían.


Karina Rafael