Transmetro del eje sur. Foto: deguate.com |
Quiero compartir una historia que me pasó hace unas semanas,
una historia que me sigue quitando el sueño, por una simple razón, no sé si fue
real o no.
Trabajo en la zona 4 de la capital en un lugar que si bien
no es el ideal es lo suficientemente bueno para darme de comer y me permite
estudiar los sábados.
Aseguro que el trabajo no es demandante, incluso es
rutinario, llega un momento en que sí te lo propones terminas antes de la hora
de salida y te deja tiempo para descansar.
Esta explicación la hago para que los que lean esto sepan
que por la tarde no me muero de cansancio y por lo que a mí concierne, no tengo
la mente agotada.
Recuerdo que fue un martes como es costumbre salí a las 17
horas de mi trabajo, un par de minutos caminando y llegué a la estación de
Transmetro, justo para tomar el bus directo a la Central de Transferencia
(Centra).
Al sentirme a salvo de los mezquinos ladrones, por la multitud
que utiliza el servicio, saqué mi celular, me coloqué los auriculares y me
divertí escuchando música y revisando mis redes sociales. Espere para irme
sentado y el viaje no tuvo algo que merezca la pena describir, pues yo seguía
utilizando mi teléfono para matar el tiempo, hasta ahí todo bien.
Cuando llegamos al Centra esperé que casi todos bajaran,
como lo hago o hacía normalmente, cuando todos salieron me paré del asiento
caminé unos pasos y antes de salir del bus sentí un agudo dolor de cabeza.
Era un dolor penetrante, solo lo puedo comparar como cuando
una aguja pincha la piel, cerré los ojos y me llevé una mano a la cabeza, lo
increíble comenzó. Creo que fueron uno o dos segundos los que cerré los ojos
fuertemente por el dolor al abrirlos algo que no me explico pasó.
Estaba sentado en el mismo lugar del Transmetro que abordé,
en la mano tenía el celular, los auriculares puestos y el bus circulaba un poco
adelante del Trébol, el dolor había desaparecido. Me tomó otro par de segundos
procesar lo que me pasó o lo que creo que me pasó, mi reacción de susto y
perplejidad fue evidente para la persona que estaba sentada a la par de mí.
Sentía que el corazón me palpitaba en la garganta, guardé el
celular, quise convencerme de qué lo que había pasado no era cierto, comencé a
sudar como nunca, no sé por qué sentía miedo de llegar a la parada final.
El miedo se transformó en pánico, algo que luché para no
demostrar en público, pensé que lo mejor era salir rápido no esperar como lo
hice antes, titubee unos segundos, pero lo hice.
Me paré junto a todos, no sé por qué pero pensaba que el
dolor de cabeza iba a regresar, me sentía desconcertado, no pasó nada, crucé la
puerta y caminé hacia los buses, todo fue normal.
Lo cierto de todo esto es que aunque me intento convencer de
que soñé esto que acabo de relatar algo dentro de mí me dice que fue real. Trato
de poner los pies en la tierra y pensar que aluciné por unos instantes. Pero el
recuerdo, la impresión me dicen que pasó y que fue real.
Como dije antes me quita el sueño pensar en esto a veces,
incluso hay veces que me asusta subir a los estúpidos Transmetros, el hecho es
que no sé qué más pensar.
Isaac González
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